Jacksonville, Florida. – En una sofocante mañana de julio, Rose Wilson luchaba por respirar mientras estaba sentada en su cama, con un tubo de oxígeno en su nariz, la luz de su computadora iluminando su rostro.Wilson, de 81 años, jubilada que trabajó como supervisora de enfermería del departamento de salud pública en el condado de Duval durante 35 años, acababa de ser diagnosticada con neumonía inducida por COVID-19.Era su cita de telemedicina y al otro lado de la pantalla estaba el doctor Rogers Cain, quien dirige una pequeña clínica familiar en el norte de Jacksonville, un área predominantem…